EL DERECHO DE DECIR ¡AY!
Mi saludo respetuoso al Presidente de todos los peruanos
y fraterno al dirigente que ha encontrado el camino de la Historia, que vislumbró el gran peruano Víctor Raúl Haya de la Torre,
fundador y jefe del Partido Aprista Peruano.
Me siento honrado al presentarme ante Usted; CARLOS ANTONIO
CASALINO DE LA TORRE, con DNI 07805058, nacido en la ciudad de Trujillo, donde ser aprista era natural, pues nací en 1933
y no había una familia trujillana que no tuviera un mártir, un héroe o una historia que contar sobre la aun llamada revolución de 1932 y que fue sofocada en forma desproporcionada, sangrienta y humillante;
por fuerzas profesionales, entrenadas y comandadas por un mercenario que me resisto a nombrar y contratado por una elite que
sentía tener el derecho y la razón de mantener los privilegios que, vigentes
desde el Virreinato, a través del tiempo, a pesar de la Independencia, con diferentes caretas, maneras y técnica, aun mantiene.
Y esto, Señor Presidente, es la única razón por la cual no hemos conseguido hasta hoy conformar una nación peruana y tenemos
que empezar en algún momento, si queremos competir razonablemente con naciones hermanas ya constituidas y exitosas.
Soy aprista sin saberlo, desde los 6 años, todavía veo en
mi memoria los gruesos agujeros de la torre del reloj del colegio donde me eduqué, Colegio Seminario de San Carlos y San Marcelo;
hasta el 5º año de Media, que egresé, no vi nunca funcionar el reloj que da a la Av. Mansiche, pero quienes fueron testigos;
alumnos de 4º y 5º de Media, se apostaron allí y fueron abatidos cuando quisieron noblemente defender su ciudad, su entorno
y su dignidad; nunca se formó una Comisión para la verdad y Reconciliación con un presupuesto de 15 millones de dólares y
ninguna familia trujillana ha reclamado indemnización por sabe Dios cuantos miles de trujillanos fusilados en grupos en la
huacas del Sol y de la Luna y en los laberintos de la ciudad arqueológica de Chan Chan; a pesar de esto, cantábamos del Himno
Nacional con unción todos los días antes de empezar nuestras clases matinales y desfilábamos gallardamente portando nuestra
escolta de la bandera, los viejos fusiles inservibles ya, muy limpios y lustrosos y que en 1932 empuñaron niños que se hicieron
hombres repentinamente por la magia de un ideal que no tuvieron tiempo de analizar; pagando con sus vidas su hermoso gesto
y esto, Señor Presidente, no hay dinero que lo pague.
Esta elite de tantas caretas, pero con el mismo propósito
de conservar sus injustos privilegios, es consciente de su responsabilidad histórica; porque a partir de esa fecha –
1932 – ha venido financiando a profesionales de la comunicación, para atenuar su protagonismo, hasta consiguió un mercenario
de la Literatura para escribir un libro que con medias verdades, editadas al gusto del cliente, dice recoger testimonios de
primera mano de este gesto innecesariamente cruento y cuyos mártires murieron en su mayoría sin saber que eran protagonistas
del PRIMER GRITO POR LA LIBERTAD CON JUSTICIA SOCIAL cuando al caer abatidos por los pelotones de fusilamiento gritaban; ¡VIVA
EL PERÚ! ¡VIVA EL APRA!
Se peca por acción pero también por omisión, Señor Presidente,
y este importante trozo de nuestra Historia parece que incomoda, ahora que la
mayoría en el país es consciente de la necesidad de conformar una nación para
progresar, la pregunta es ¿debemos partir de cero? ¿Borrón y cuenta nueva? o a partir de nuestras virtudes y errores, reconociendo
que la verdad no puede ser ocultada, se podrían construir los cimientos que nos impulsen al desarrollo cultural, ¿se tiene
que saber la verdad antes o después de constituirnos en una nación?
Todavía viven en Trujillo y también en Lima, testigos presenciales
y testimoniales de primera fuente de lo que se vivió en los valles de Chicama, Casa Grande y Laredo. Los relatos magnificados
por el tiempo, pero también por el orgullo llegaron a mis conversaciones juveniles y con el tiempo he notado que no encerraban
sentimientos de derrota ni odio, en esa época, y mucho menos ahora.
Las generaciones llegan y pasan sin saber que hacer con el
país, veo como van muriendo viejos luchadores que se cansaron de emitir opinión y se llevaron con ellos sus vivencias, lo
aprendido y su amor por el Perú, DAMNIFICADOS DE LA HISTORIA los llamo yo. Hay también quienes atesoran cartas, documentos,
huellas dejadas por la Historia y depreciadas por el vertiginoso cambio de las costumbres en el tiempo y que si fueran expuestas
con oportunidad nos podrían preparar para administrar adecuadamente el futuro al que nuestra nación tiene derecho y los que
amamos nuestro país debemos construir.
Cuando llegué a Lima nunca pense que no regresaría a mi natal
Trujillo; el destino hizo que encontrara aquí jóvenes apristas de formación y activos; tuvieron la buena idea, que agradezco,
de llevarme a escuchar un coloquio de Víctor Raúl, en el local de Alfonso Ugarte, después fui muchas veces solo, me llamo
la atención la fruición al vocalizar los pensamientos que quería se gravaran en nuestras mentes; siempre busqué un rincón
donde pasar desapercibido. Desde la oscuridad se ve mejor la luz y hasta la fecha lo allí escuchado ha orientado mis mejores
actos, quizás ahora mismo no sea tarde para dejar el perfil bajo, no quiero ser un damnificado de la Historia y como tengo
algo que decir, lo voy a hacer con el mismo amor que me fue dicho.
Ha mostrado, Señor Presidente, su preocupación por la juventud
dirigente, que debe prepararse para conducir a la Nación, nos ha recordado palabras inmortales, nacidas de un sentimiento
de vergüenza, del patricio Gonzáles Prada ‘Los viejos a la tumba, los jóvenes
a la obra’. También se la escuche algunas veces a Víctor Raúl Haya de la Torre. Gonzáles Prada le dirigió estas palabras
a Piérola a quien consideraba culpable principal de nuestra derrota ante Chile, en una época en la que la esperanza de vida
era de 50 años promedio.
He visto a una congresista tomar la bandera de la juventud,
dice que significa casi el 30 % de la población peruana y deben estar preparados porque serán responsables de dirigir nuestra
nación y eso tiene una lógica imbatible que saludo y me lleno de emoción cuando escucho a Armando Villanueva su demanda de
no declinar su espíritu rebelde, todos sabemos los años y la Historia de ese
viejo luchador y aprovecho para rendirle homenaje y mi agradecimiento pues en
algún momento me defendió y ayudó; pero su demanda también me toca en lo que a rebeldía se refiere, yo también recibí un mensaje y he pecado por omisión pues muchas veces he pensado cual fue el propósito de mi muy
querido maestro Ramiro Prialé al hacerme el honor de su confianza y seguridad personal.
He perdido la cuenta de las veces que hemos estado sentados
frente a una empanada y un café en la bodega y panadería Romeo en la esquina de Mariátegui y Brasil; el nunca terminó de comer
una; solos; eran tiempos de la dictadura de Morales Bermúdez, su espacio físico contenía un jardín interior bello, ordenado
con amor y abundante, que trascendía fuera de el y capturaba a su entorno, yo entre ellos. Tenia yo el privilegio de tener
al maestro para mi solo, en mi ingenuidad juvenil creía que al ir a buscarlo a su casa para nuestro diario paseo, lo sacaba
de su rutina, cuando en realidad el venia a la bodega conmigo para escucharme consciente de la necesidad que yo tenia de ser
oído y con que facilidad podía contarle mis preocupaciones, breve él de palabras, no hablaba, decía lo justo, pero con tanta
sabiduría que esas conversaciones se han prolongado a través del tiempo, en mis momentos de meditación, que han sido muchos.
Se ha detenido a pensar, Señor Presidente, ¿cuantos jóvenes
de ese porcentaje que habla la congresista, necesitan ser escuchados con la generosidad que me escuchó el maestro Ramiro Prialé
y hacia donde se podría orientar toda esa energía si nadie se ocupa de eso?
En mis meditaciones he descubierto que tenemos un derecho
que nadie por poderoso que sea nos puede privar, el derecho de gritar cuando sentimos dolor y yo lo llamo EL DERECHO DE DECIR
¡AY! Y, a mi me duele que en su discurso de candidato y estadista se ha olvidado del adulto mayor, al otro 30 % de la nación peruana; la esperanza de vida de la época de Gonzáles Prada era 50 años, el promedio actualmente es de 70 años, pese a ocupar el puesto 17 en América Latina y que si no se da utilidad con imaginación, es una carga muy pesada que
el Estado tiene que pagar.
En los Estados Unidos de Norteamérica, que es un pueblo muy
listo, tiene una enmienda, la quinta, si mal no recuerdo; ésta, penaliza a los empleadores que discriminan al momento de contratar, por razones de credo, filiación política, raza, edad, y minusvalía, obligando
a poner el contenido de esta enmienda en lugar visible en todas las oficinas donde se haga una solicitud de trabajo; en nuestro
país, a los 60 años no se puede solicitar ningún puesto de trabajo publico ni privado, hemos sido condenados por omisión a
esperar que llegue la muerte frente a un televisor y sentado en un sillón reclinable, sentirnos castrados en nuestra intelectualidad,
a ver con desesperación como se acorta nuestra esperanza de vida, a no sentirnos útiles, a pesar de saber el cumulo de lo
aprendido y la experiencia que el tiempo nos ha dado. El trabajo es dolor, lo define un filosofo, mas doloroso es no trabajar,
personalmente lo haría gratis, para no tener tiempo de ver como mi jardín espiritual tan amorosamente cuidado se va llenando
de mala hierba y no poder hacer nada.
No hemos sido tomados
en cuenta por los equipos que se ocuparán de encontrar caminos que nos unan, para mi, esta claro, una nación se hace con la
participación de todos y en el Perú con todos los peruanos.
Me queda la alegría que siento por su triunfo electoral,
no creí que podría llegar a verlo, esta nueva oportunidad que nos da la Historia, se que no va a ser desperdiciada, el Perú
nos mira expectante y esperanzado; usted esta capacitado para escribir la mejor pagina de nuestra Historia, le deseo mucha
suerte; un aprista de corazón pero, antes que nada, se siente peruano.
Carlos Casalino De La Torre
Presidente de la Fundacion Internacional QATARI PERU